El regreso de una nao llamada Victoria

Daniel Zulaika, Graduado en Historia. Consejo asesor Fundación Elkano 500.
19 MAY, 2022

El 21 de diciembre de 1521, la nao Victoria, al mando de Juan Sebastián Elkano, partía de las Molucas, iniciando una de las mayores hazañas náuticas de todos los tiempos. Nueve largos meses después, 18 hombres agotados y enfermos llegaban a Sanlúcar. En el camino había quedado un total de 29 expedicionarios europeos: quince fallecidos en las aguas del Índico y del Atlántico, doce prisioneros en Cabo Verde y dos que habían huido en Timor. Junto a ellos se encontraban tres asiáticos de los trece que habían embarcado en las Molucas. Diez de ellos habían fallecido. En este relato hemos puesto la mirada en seis momentos dramáticos de la travesía que referimos en las líneas siguientes.


Las cuatro etapas del recorrido de la nao Victoria. Fuente: MAZÓN, Tomás. La primera vuelta al mundo [en línea]. [Consulta: 18-11-21]. Disponible en: https://www.rutaelcano.com/ (modificado por el autor)

 

Un ciclón en los mares indonesios

La primera parte del recorrido, que se desarrolla en los mares indonesios y dura seis semanas, es muy complicada, navegando bajo la influencia del monzón de invierno, en plena temporada de ciclones, entre islas, canales y arrecifes. Hay que estar muy atento para no encallar.

El 10 de enero de 1522 les sorprende una terrible tormenta tropical, con toda probabilidad un ciclón por su furia, que pone en peligro sus vidas, por lo que hacen voto de ir en peregrinación a Nuestra Señora de la Guía si se salvan. La tormenta castiga duramente los costados de la nao, lo que les hace dirigirse a la isla de Mallua para carenar la embarcación.

Muy violenta tuvo que ser la tormenta para que el cronista recogiese la promesa del peregrinaje de aquellos hombres duros, habituados a situaciones comprometidas, y muy grandes los daños en la nao para necesitar una reparación de dos semanas. No debió de quedar bien la Victoria porque al salir de Timor seguía haciendo agua, lo que les obligaba a achicar la embarcación “doce veces de día y otras tantas de noche”.

aunque no lo saben todavía, el Índico, al contrario que el Pacífico, es un océano vacío de islas para aprovisionarse de alimentos y reparar la nao, como pudo constatar Elkano que fue el primero que lo recorrió por la ruta del sur.

Un océano vacío

La segunda etapa es la travesía del Indico sur, entre Timor y el Cabo de Buena Esperanza. La partida en solitario de la Victoria presenta una serie de condicionantes que ensombrecen sus posibilidades de llegar a Sevilla. En primer lugar, la decisión de haber dividido la expedición les deja en situación de mayor indefensión ya que un solo barco tiene menos posibilidades de sobrevivir a tormentas, escollos y otros peligros. Por otra parte, después de veintisiete meses de navegación, la Victoria se encuentra en mala situación como el propio Elkano escribe, “estando [la nao] en tal estado, por causa de la broma, que solo Dios lo sabe”. Además, aunque no lo saben todavía, el Índico, al contrario que el Pacífico, es un océano vacío de islas para aprovisionarse de alimentos y reparar la nao, como pudo constatar Elkano que fue el primero que lo recorrió por la ruta del sur.

La aparición de una isla, el 18 de marzo, que se bautizará posteriormente con el nombre de Amsterdam, levanta los ánimos de la tripulación, pero no pueden desembarcar y dos días después continúan su camino. En ella queda actualmente el cabo Del Cano, bautizado así por los holandeses en 1633, como testigo del paso del navegante de Getaria. Llama la atención que los expedicionarios no bautizaran la isla con el nombre del santo del día, san Cirilo, del rey, o del capitán de la nao. O, si lo hicieron, que no constara en ninguna crónica.

Los acantilados de la isla Amsterdam. Fuente: Amsterdam island. [en línea]. [consulta: 18-11-2021]. Disponible en: https://travelcravings.com/2020/03/03/amsterdam-island/

 

A partir de ahora las dificultades son los vientos de frente del oeste, los terribles “cuarenta rugientes”. Elkano navega en dirección sudoeste hasta alcanzar los 40º grados de latitud sur, el límite de una peligrosa zona de navegación. Además, los fuertes vientos enlentecen la marcha, dando la sensación de que no llegan nunca al extremo sur de África, lo que se ha denominado “el síndrome del Cabo”.

El Cabo de las Tormentas

El Cabo de Buena Esperanza, incluso hoy en día, es uno de los lugares más complicados para navegar del globo terráqueo. Ello se debe fundamentalmente a tres factores: la corriente de Agulhas, el impredecible patrón del clima y la falta de fondeaderos resguardados.

Recorrido de la Victoria por el Cabo de Buena Esperanza. Fuente: MAZÓN, Tomás. La primera vuelta al mundo [en línea]. [Consulta: 18-11-21]. Disponible en: https://www.rutaelcano.com/; Exposición “El viaje más largo” Museo San Telmo. San Sebastián (modificado por el autor)

 

Durante catorce días ininterrumpidos de temporal, aquel cabo llamado “de las Tormentas” por los portugueses que lo descubrieron, puso a prueba la resistencia de unos hombres que ya creían haber superado todos los límites. El día 16 de mayo, luchando contra todas estas adversidades, con fuerte viento de oeste, y cuando ya tenían el Cabo a solo 20 leguas (110 km), rompen el mástil y la verga del trinquete. Arteche describe vívidamente la escena:

“La nao es lanzada de una a otra ola; tan pronto en lo alto de una montaña de espuma como en lo hondo de un abismo […]. Una y otra vez la Victoria desaparece, pero emerge siempre con la quilla casi al aire,…. De pronto, un chasquido siniestro hacía la proa. El huracán ha roto el mástil y verga del trinquete”.

Tienen la suerte de llevar un trinquete de repuesto que montan provisionalmente. Con toda probabilidad es el 19 de mayo cuando cruzan el Cabo, aunque no lo divisan por el mal tiempo que hace imposible distinguir la costa. Pigafetta describe la travesía en solo veinte líneas acabando así:

“finalmente, con la ayuda de Dios, doblamos el terrible cabo, pero tuvimos que aproximarnos a él una distancia de cinco leguas (28 km), sin lo cual nunca lo hubiéramos pasado”

Durante la travesía del Cabo y la remontada del Atlántico africano mueren quince expedicionarios y diez indígenas.

La muerte visita la Victoria

En el Índico un nuevo pasajero aparece en la Victoria: el escorbuto. En abril, tras los dos meses de gracia que les dan los alimentos frescos de Timor, los primeros tripulantes empiezan a caer enfermos. Sin embargo, no es hasta el 12 de mayo, ya en la vecindad del Cabo de Buena Esperanza, cuando fallece el primer europeo. Durante la travesía del Cabo y la remontada del Atlántico africano mueren quince expedicionarios y diez indígenas.

Expedicionarios europeos fallecidos por escorbuto en el regreso de la Victoria. Fuente: MAZÓN, Tomás. La primera vuelta al mundo [on line]. [Consulta: 18-11-21]. Disponible en: https://www.rutaelcano.com/ (modificado por el autor)

 

Si a estas bajas añadimos las de los tripulantes enfermos es fácil imaginar las tremendas dificultades que tienen para manejar la nao y la situación de desesperación a la que llegan. Pigafetta señala que se debatió ir a Mozambique para auxiliar a los enfermos. Sin embargo, la propuesta fue rechazada por la mayoría de los expedicionarios.

En el Atlántico, aunque la travesía se realiza por mares conocidos y con vientos y corrientes favorables, continúan las muertes y las dificultades consiguientes para el manejo de la nao, a las que se añade el pésimo estado de la embarcación. Es tan insostenible la situación que asumen un riesgo que Elkano había evitado hasta entonces, acercarse a una base portuguesa, Cabo Verde.

Un desembarco de alto riesgo

El 9 de julio los expedicionarios desembarcan en Ribeira Grande (hoy Cidade Vehla) en la isla de Santiago (Cabo Verde), pero cinco días después son descubiertos por los portugueses. Trece tripulantes, entre los que se encuentra el único carpintero, son hechos prisioneros, perdiendo además la txalupa en la que habían desembarcado. Ello constituye un golpe devastador.

La isla de Santiago en Cabo Verde. Fuente: Cidade Vehla bord de mer. Wikipedia [en línea] [consulta: 18-11-2021]. Disponible en: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/1/18/Cidade_Velha-Bord_de_mer_%282%29.jpg

 

Si al llegar a Cabo Verde, treinta y dos tripulantes europeos eran insuficientes para el manejo del barco y la bomba de achique, al dejar las islas son solo diecinueve. Si anteriormente podían taponar las vías de agua desde el bote, ahora esta posibilidad prácticamente desaparece. Y se han quedado sin carpintero para hacerlo. Solo les quedan las bombas de achique para echar el agua fuera. La situación ha empeorado considerablemente.

Es tan insostenible la situación que asumen un riesgo que Elkano había evitado hasta entonces, acercarse a una base portuguesa, Cabo Verde.

Dos meses agónicos

Tras la estancia en Cabo Verde y la ingesta de alimentos frescos, el escorbuto desaparece falleciendo a causa de la enfermedad únicamente un tripulante más. Por otra parte, las condiciones climatológicas para la navegación siguen siendo buenas. Sin embargo, el estado de la tripulación y el de la propia nao siguen empeorando. Ya no tienen víveres como señala Pigafetta,

“carecíamos completamente de víveres, y si el cielo no nos hubiera concedido un tiempo favorable, hubiéramos muerto todos de hambre”.

Por todo ello, la parte final de la travesía, entre Cabo Verde y Sanlúcar, constituye una dura y angustiosa prueba para aquella tripulación de 18 europeos y 3 asiáticos.

El testimonio de Elcano, dramático, escueto, pero muy gráfico, sobre aquellas últimas siete semanas es muy revelador,

“y así, con grandísimo trabajo de la bomba, bajo la sentina, que de día y de noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estando tan extenuados como ningún hombre lo ha estado”

Y luchando de esta manera, el sábado 6 de septiembre la Victoria entraba en la bahía de Sanlúcar. Quedaba para la posteridad la imagen de 18 hombres exhaustos y de un capitán que, en el otro extremo del mundo, se enfrentó a un desafío casi imposible de lograr, traer a sus hombres y su nao a casa. Y con su liderazgo y su conocimiento del mar y de los hombres, lo logró. Cinco siglos después todavía resuenan sus palabras en nuestros oídos: “Que yendo por el occidente, regresamos por oriente”.