Cuando hablamos de la expedición que culminó con esa primera vuelta al mundo y hacemos referencia al cielo, se suele decir que Magallanes descubrió los cielos del sur, pero esa es una afirmación hecha desde un punto de vista occidental olvidando que todo ese hemisferio de nuestro planeta ya estaba habitado y cada una de esas culturas y civilizaciones ya miraba al cielo y lo interpretaba a su manera.
El 500 aniversario del inicio de la primera vuelta al mundo coincide con otra efeméride astronómica, los 100 años de la unión astronómica internacional (IAU), un órgano formado por distintas agrupaciones astronómicas internacionales y que constituye el órgano de decisión en el campo de las definiciones de nombres de planetas y otros objetos celestes así como los estándares en astronomía. Hace 100 años que la IAU acordó dividir el cielo en 88 constelaciones y celebra este centenario bajo el lema “100 años bajo un mismo cielo”, es decir, 100 años que se dividió todo el cielo en 88 regiones o constelaciones de forma que en todo el planeta sabemos hacia qué zona del cielo tendríamos que mirar para observar un objeto concreto.
Pero antes de seguir convendría aclarar qué es exactamente eso de las constelaciones.
Imagen: stellarium.org/
Las constelaciones son agrupaciones de estrellas que hemos hecho para orientarnos en el cielo. Hemos diseñado un mapa en el que hemos dividido todo el cielo en distintas regiones o constelaciones; como es imposible dibujar en el cielo estas líneas imaginarias, para reconocerlas mejor, hemos unido las estrella más brillantes de cada constelación e imaginado un dibujo. Esto quiere decir que las estrellas de una constelación no tienen ningún tipo de relación entre sí, que son regiones del cielo delimitadas aleatoriamente. El origen de gran parte de estas constelaciones es mesopotámico y hacen referencia a animales; y de las culturas clásicas haciendo referencia a sus dioses. Pero cada civilización, a lo largo de la historia, ha hecho sus propios mapas del cielo o sus propias constelaciones.
Estas dos efemérides, los 500 años de la primera vuelta al mundo, y los 100 años del establecimiento de un mapa de constelaciones, pueden ser una buena excusa para poner en valor la cultura y la astronomía de las distintas culturas del mundo.
Imagen: stellarium.org/
Cuando hablamos de la expedición que culminó con esa primera vuelta al mundo y hacemos referencia al cielo, se suele decir que Magallanes descubrió los cielos del sur, la cruz del sur y dos galaxias irregulares visibles a simple vista desde el hemisferio austral –y que, de hecho, hoy en día llevan su nombre; las Nubes de Magallanes. Pero esa es una afirmación hecha desde un punto de vista occidental olvidando que todo ese hemisferio de nuestro planeta ya estaba habitado y cada una de esas culturas y civilizaciones ya miraba al cielo y lo interpretaba a su manera. Una muestra de ello es la cosmovisión que tenía la gente de la Patagonia. Podríamos elegir cualquiera de las culturas con las que se toparon estos navegantes a lo largo de su expedición, pero ya que hablamos de los cielos del hemisferio sur, he decidido centrarme en la zona más austral.
Los tehuelches o aonikenk reconocían la constelación de la Cruz del Sur, pero ellos la veían como la huella de un ñandú, mientras que lo que hoy en día conocemos como la pata de El Centauro, ellos lo identificaban con Las Boleadoras;, herramienta para cazar ñandús. Lo que hoy en día conocemos como Orión, para ellos era Chéljelen, una mariposa, siendo el Cinturón de Orión el cuerpo de la mariposa y Betelgeuse y Bellatrix un ala y Rigel y Saiph la otra. La Vía Láctea era el polvo que levantan los guanacos en sus migraciones y lo que hoy llamamos las Nubes de Magallanes, eran los revolcaderos donde descansaban estos guanacos.
Campamento de Patagones, hacia 1835. Biblioteca Nacional de Chile.
Para los Selknam o Ona, sus ancestros legendarios se habían transformado en estrellas, y ellos, junto con sus familias, formaban las constelaciones. Temaukel por ejemplo, el creador de los primeros humanos, se convirtió en la estrella Aldebarán; Cenuke se transformó en Venus; Chaskel en la estrella Canopus; y en cuanto a Kwanyip, los textos consultados hacen referencia a la estrella roja del Cinturón de Orión, pero en este asterismo no hay ninguna estrella roja, lo que me hace pensar que se refiere a la estrella Betelgeuse, la supergigante roja de la constelación de Orión. Para los Selknam, el Sol y la Luna eran una pareja de esposos; Kran y Kra. Creían que hubo un tiempo en el que las mujeres, mandadas por Kra, dominaron a los hombres haciéndose pasar por espíritus. Cuando Kran descubrió la verdad, tras una batalla que culminó con la matanza de la mayoría de las mujeres, mandó a Kra de un golpe al cielo donde la persigue hasta hoy. Los Selknam veían con temor a la Luna, pensaban que cuando aparecía teñida de rojo, posiblemente haciendo referencia a los eclipses lunares, significaba que kra había devorado a un hombre. También pensaban que Kra se alimentaba de niños, por lo que sólo podían mirarla en luna llena, cuando Kra quedaba satisfecha.
Los yaganes, al igual que los selknam, creían que los antepasados legendarios se habían convertido en estrellas. Tenían también un mito parecido referente al Sol a quien llamaban Lem y la Luna, Hanuxa, pero hay que destacar que tenían un mito que relaciona a la Luna con las mareas. DIce que Hanuxa se arrojó al mar provocando un diluvio que casi extingue a los seres vivos, pero se compadeció al ver que un grupo de supervivientes se agrupó en un islote esperando la muerte y volvió al cielo bajando el nivel del mar.
Para los Kawesqar en cambio el Sol y la Luna eran dos hermanas. La mujer Luna subió al cielo tras pincharse un ojo por error, creían que la Vía Láctea era la sangre emanada por la herida del ojo. Una vez en el cielo descubrió un lugar con abundante marisco que arrojó a sus parientes en la tierra y después pidió a su hermana Sol que subiera al cielo desde donde iluminó con sus rayos la Tierra.