Esta serie de cinco artículos aborda la asombrosa cantidad de falsedades que, a lo largo del tiempo, se han ido acumulando sobre la figura de Elkano. En la entrada de hoy, señalaremos la pérdida de todos los testimonios originales de la expedición, solo explicable por una expurgación sistemática; y también hablaremos del historiador Martín Fernández de Navarrete, cuyo trabajo lleno de inexactitudes y falsedades, es la base de toda la historiografía española sobre sobre la primera circunnavegación.
Para entender cómo ha sido posible que un falseamiento histórico de este calibre aún siga vigente es preciso conocer un dato: aunque se conservan miles de documentos de esta expedición, hasta los recibos de la más mínima compra efectuada para equiparla, en España se han perdido todos los testimonios originales de los que no existían copias en el extranjero o han aparecido por casualidad en bibliotecas o archivos privados. De todo lo demás no queda ni el rastro, tanto de los originales como de las copias que sin duda se hicieron. Y eso solo es posible si alguien efectuó una expurgación sistemática.
Biblioca Nacional, Madrid.
Ni diario de a bordo, ni escritos de Elkano
Para empezar, el diario de a bordo, escrito por Magallanes y Elkano y entregado por este al regresar a Sanlúcar. Un documento que debería estar guardado como una joya y del que nadie sabe dar razón. Únicamente conocemos parte de su contenido porque es la base de la carta de Maximiliano Transilvano al arzobispo de Salzburgo, y de la cual se difundieron multitud de copias por Europa. Tampoco se sabe nada del relato del viaje escrito por Elkano y de cuya existencia da fe Oviedo. O del roteiro de León Pancaldo. Incluso la carta escrita por Elkano al Emperador tras desembarcar se perdió, y si ha llegado hasta nosotros es por la aparición de reproducciones en el siglo XIX en los archivos de varias ciudades europeas. Así mismo se desconoce el paradero de los escritos de San Martín, de los que se apoderó la corona portuguesa cuando capturó la Trinidad y que fueron enviados a España tras la unificación dinástica de los dos reinos. Respecto al derrotero atribuido a Albo, y que sobrevivió, es en su mayor parte una simple enumeración de fechas y posiciones geográficas, sin entrar en más detalles. Quizás debido a eso ha logrado llegar hasta nosotros. En cuanto a la relación de Ginés de Mafra, es una copia encontrada por casualidad dentro de un manuscrito de autor desconocido en la Biblioteca Nacional de Madrid, escrito en el siglo XVI y encuadernado en el XIX sin reseñar su contenido. Faltan, entre otras cosas, las láminas que lo acompañaban. Incluso el indulto del rey a Elkano y otros documentos privados suyos han sido hallados recientemente por Borja Aguinagalde, responsable de Patrimonio Documental del Gobierno Vasco, en un archivo privado. Del relato de “Un piloto genovés”, con toda probabilidad Punzorol, se conservaban copias en la Biblioteca Nacional de París y en el convento de San Francisco de Lisboa. Por último, la declaración de Martín de Ayamonte, uno de los pocos testimonios directos de los que disponemos que no es una copia de origen desconocido y que resulta muy esclarecedor sobre varios de los sucesos del viaje, se encontraba en el archivo nacional de la Torre do Tombo, en Portugal. Fue transcrita y publicada en el país vecino primero en 1933 y luego en 1986, sin que ni un solo historiador español o internacional se hiciera eco de su contenido hasta que el esfuerzo, una vez más, de un particular, Tomás Mazón, logró llevarla a los medios de comunicación. También han desaparecido las actas del proceso contra Carvalho, que entrega Elkano al llegar a Sevilla, y muchos documentos fundamentales, como las declaraciones de los que regresaron en la nao San Antonio, muy extensos, ya que Recalde afirma en su carta a Fonseca que: «…no ay ninguno dellos [los tripulantes] que no ha menester medio día [para tomarles declaración]». En la misma misiva añade tras concluir la investigación: «…a me puesto tanta turbación la maldad de aquél hecho [la actuación de Magallanes]»[1], con lo que nos podemos imaginar el contenido de las respuestas.
Declaración de Martín de Ayamonte, recientemente localizada en Portugal por Tomás Mazón de rutaelcano.com
Igualmente está perdido buena parte de la documentación española sobre la conferencia de Badajoz-Elvas, incluida la mayoría de la correspondencia de los delegados, la carta de navegación y la esfera del mundo presentadas por Elkano, y que resaltan tanto el papel de este en la cumbre como su preparación y conocimientos. Una vez más, la mejor fuente sobre lo sucedido allí son los archivos portugueses, que los historiadores españoles jamás mencionan, pese a su proximidad y fácil comprensión. Y es que la imagen de un Juan Sebastián Elkano debatiendo durante semanas de tú a tú con los mejores cartógrafos, cosmógrafos y pilotos de la época, y convirtiéndose incluso en el centro del debate, no resulta compatible con la del oportunista sin conocimientos de navegación, incluso analfabeto, sin otro mérito que la fortuna, que la historiografía española en general, como veremos más adelante, ha dado y sigue dando de Elkano con total impunidad, por desgracia.
Martín Fernández de Navarrete, un historiador al servicio de la Iglesia
La gran ventaja de todas estas desapariciones es que han facilitado, y mucho, el reescribir la historia de acuerdo con las filias y fobias de cada uno. O de los poderes de turno. Y en España, el responsable de escribir la mayor parte de su historia fue un individuo singular: Martín Fernández de Navarrete, cuyo nombre se suele mencionar habitualmente unido a la coletilla “ El ilustre historiador”.
En el siglo XVIII Europa buscaba dotar a los estudios históricos de un rigor científico acorde con la época. Pero en España el breve destello de la ilustración española no tuvo tiempo, ni posibilidades, de revisar una historia de cuya elaboración y narrativa se ocupaba con un celo extremo la Iglesia. El choque entre las nuevas ideas y las fuerzas reaccionarias apoyadas por la jerarquía romana condujeron en Francia a la Revolución, que quizás podría haberse extendido a España de no haber sido por la Invasión Napoleónica. La lucha contra esta invasión forjó una nueva conciencia nacional española radicalmente diferente, por no decir opuesta, a la del resto de Europa. Mientras que allí los revolucionarios eran los patriotas, aquí la reacción se apropió de ese concepto, pese a que la mayoría de las figuras más prominentes de la lucha contra Napoleón fueron, en realidad, liberales. En la narrativa que se impuso, el patriotismo quedaría unido al reaccionarismo más extremo y al catolicismo, convertido de nuevo en pilar ideológico de la restauración absolutista, mientras que el progresismo y las ideas liberales serían “antiespañolas”. Esta narrativa exigía que alguien elaborase una historia que la respaldase, y de esa tarea se ocupó con celo Martín Fernández de Navarrete.
Martín Fernández de Navarrete.
Este aristócrata, que afirmaba descender, entre otros, del propio Cid Campeador, supo acercarse en su juventud a los círculos ilustrados con los que logró ser identificado. Durante la ocupación francesa trató primero de nadar entre dos aguas, pero en 1811, tras las aplastantes victorias francesas, aceptó el puesto de director de los Reales Estudios de San Isidro, según afirmaría más adelante obligado por sus acuciantes necesidades económicas. Tras la caída de Napoleón logró hacer frente a la acusación de afrancesado ocupándose de redactar la Oración para felicitar al señor Rey don Fernando VII por su feliz advenimiento al trono, con la que el nuevo monarca fue recibido al llegar a Madrid. Fue este rey absolutista quien lo nombraría director de la Real Academia de la Historia, que reorganizaría a su gusto hasta el punto de ser considerado su verdadero fundador. Al servicio del nuevo régimen, el antiguo liberal, (Fernando VII diría de él que «es un liberal como deberíamos serlo todos») realizó la mayor parte de su labor, centrada en la reivindicación de la “gesta evangelizadora” de España en el mundo y en la defensa de la Iglesia Católica. Su gran obra fue la “Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV: con varios documentos inéditos concernientes…”, publicada entre 1825 y 1837. Su habilidad para adaptarse a quien tuviera el poder, su estrecha relación con la Iglesia, y el hecho de que no existiera ninguna otra obra sobre la historia de España que cumpliera formalmente con los nuevos requisitos historiográficos, le valieron un rápido reconocimiento nacional e internacional, y aún hoy hacen recaer sobre él los más encendidos e hiperbólicos elogios por parte de sus sucesores españoles. También le tocó presenciar la brutal desintegración del imperio a causa de las revoluciones americanas, lo que acentuó su aversión a los movimientos de carácter popular y su convencimiento de que la sociedad debía ser regida por élites. Por élites europeas y cristianas, por su puesto. Así, convierte a Magallanes en el ejemplo perfecto de esas élites, que deben luchar con la incomprensión de los hombres vulgares. Siente una evidente proximidad personal hacía su figura: un noble de rancio abolengo pero sin recursos que lucha por su rey en ultramar sin obtener la recompensa que cree merecer. Por el contrario, el estilo de mando de Elkano, basado en someter las decisiones importantes a votación, a Navarrete solo puede producirle un profundo rechazo. Su héroe, además, muere tratando de llevar la verdadera religión a los paganos, de salvar sus almas. Con él el mito se consolida definitivamente. Elkano, sin embargo, no continúa esa labor “civilizadora”, como la mayoría de los occidentales hasta la mitad del siglo XX consideraban que era su deber. Al contrario, y como ya he dicho, jamás conquistó, evangelizó ni civilizó a nadie. Ni lo intentó. Y sin embargo es a él a quien el inicuo destino reserva la gloria de dar el primero la vuelta al mundo. Y Navarrete trata de corregir esta injusticia y poner a cada cual en su sitio.
El capítulo dedicado a la primera vuelta al mundo se titula “Viaje al Moluco, el primero. De Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano”. Lo de la circunnavegación del plebeyo de Guetaria ni lo menciona. Se trata de una hagiografía del noble Magallanes, sin el menor respeto a las fuentes históricas en que dice basarse. Está repleto de inexactitudes, omisiones, interpretaciones e invenciones flagrantes, pero, aunque parezca increíble, aún es la base de toda la historiografía española sobre el tema, en especial de sus sucesores en la Real Academia de la Historia. Y, junto a la copia ambrosiana de Pigaffeta a la que el propio Navarrete dio carta de autenticidad, la base de la historiografía internacional.
Por no extenderme, voy a citar algunos ejemplos bien conocidos. Para ocultar las razones de los rebeldes de San Julián, la desobediencia del heroico y cristianizador Magallanes a las órdenes del rey, afirma que su cobarde objetivo era regresar a España. Cita como fuente de esta afirmación a Pigafetta y Maximiliano, que en ningún momento dicen tal cosa. Olvida que todos los supervivientes declaran que los rebeldes pretendían seguir hacia el sur mientras fuera posible, y si no daban con el paso ir a las Molucas por África, según las instrucciones reales y el compromiso del propio Magallanes. Es un falseamiento plenamente consciente, que ha sido reproducido por la historiografía académica española, y mundial, hasta nuestros días. En la conferencia de Badajoz-Elvas, decidió a hacer desaparecer a Elkano, y convierte en protagonista a Hernando de Colón, que ya en su primer discurso se limitó a defender la obra de su padre y a ponerse de perfil afirmando que, con los medios disponibles en aquel momento, era imposible determinar a quién pertenecían las Molucas.
Más preocupante es aún que un hombre con una idea tan definida de sus objetivos al contar la historia sea el responsable de la primera gran búsqueda de documentación sobre estos hechos y de su clasificación.
En el próximo artículo de esta serie, nos centraremos en la enigmática omisión de Elkano en la crónica del viaje escrita por Pigaffeta. O, para ser más precisos, en el texto que publicó Amoretti en 1800 (ya que el original de Pigaffeta se perdió). El texto de Amoretti, archivero de la Biblioteca Ambrosiana de Milán, siempre ha estado perseguido por las dudas sobre su autenticidad; sin embargo, se ha situado como base de los estudios más reconocidos sobre la primera vuelta al mundo.
OTROS ARTÍCULOS DE LA SERIE
LA HEGEMONÍA NACIONALISTA: Cánovas, Primo de Rivera y Franco.
EL MUNDO ACTUAL: rechazo a la apropiación europea de la historia, conflictos nacionalistas en España, crisis del nacionalismo español y e irrupción de los “nacionalismos internacionalistas”. Aculturación general. Realidad del mundo académico en España.
[1] Carta de Juan López de Recalde al Obispo Rodríguez Fonseca sobre la llegada de la nao San Antonio.